Mostrando las entradas con la etiqueta docentes. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta docentes. Mostrar todas las entradas

martes, 5 de noviembre de 2019

Historia Reflexiva: Si para corregir necesitas humillar; no sabes enseñar.



Un anciano conoce a un joven quien le pregunta:

- ¿Se acuerda de mí? Y el anciano le dice que NO.

Entonces el joven le dice que fue su alumno. Y el profesor le pregunta: - ¿Qué estás haciendo, a qué te dedicas?

El joven le contesta: "Bueno, me convertí en Profesor."

- Ah, que bueno ¿como YO? (le dijo el anciano)
- Pues, sí. De hecho, me convertí en Profesor porque usted me inspiró a ser como usted.

El anciano, curioso, le pregunta al joven qué momento fue el que lo inspiró a ser Profesor. Y el joven le cuenta la siguiente historia:

- “Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj, nuevo, y decidí que lo quería para mí y lo robé, lo saqué de su bolsillo. Poco después, mi amigo notó el robo y de inmediato se quejó a nuestro Profesor, que era usted. Entonces, usted se dirigió a la clase:

- El reloj de su compañero ha sido robado durante la clase de hoy. El que lo robó, por favor que lo devuelva.

No lo devolví porque no quería hacerlo.

Luego usted cerró la puerta y nos dijo a todos que nos pusiéramos de pie y que iría uno por uno para buscar en nuestros bolsillos hasta encontrar el reloj. Pero, nos dijo que cerráramos los ojos, porque lo buscaría solamente si todos teníamos los ojos cerrados. Así lo hicimos, y usted fue de bolsillo en bolsillo, y cuando llegó al mío encontró el reloj y lo tomó.

Usted continuó buscando los bolsillos de todos, y cuando terminó, dijo: 'Abran los ojos. Ya tenemos el reloj'. Usted no me dijo nada, y nunca mencionó el episodio. Tampoco dijo nunca quién fue el que había robado." Ese día, usted salvó mi dignidad para siempre. Fue el día más vergonzoso de mi vida. Pero también fue el día que mi dignidad se salvó de no convertirme en ladrón, mala persona, etc. Usted nunca me dijo nada, y aunque no me regañó ni me llamó la atención para darme una lección moral, yo recibí el mensaje claramente. Y gracias a usted entendí que esto es lo que debe hacer un verdadero educador. ¿Se acuerda de ese episodio, Profesor?

Y el Profesor responde: "Yo recuerdo la situación, el reloj robado, que busqué en todos, pero no te recordaba, porque yo también cerré los ojos mientras buscaba."

Esto es la esencia de la decencia. Si para corregir necesitas humillar; no sabes enseñar.

lunes, 15 de febrero de 2016

Alumnos que quieren a su profesor-.

Cuando todo son malas noticias. muchos nos alegra que hayan estudiantes que presten atención a las cosas sencillas pero significativas de la vida, unos alumnos sorprenden a profesor que no recordaba su última tarta de cumpleaños. 

Los alumnos de Kyle Simpler un estadounidense, de 56 años, profesor en Burleston (Texas) sabían que éste no recordaba su última pastel de cumpleaños, por eso decidieron sorprenderle de este modo.

Tras ver cómo los estudiantes esperaron a que él llegara al aula para felicitarle y entregarle algunos obsequios, Simpler se emocionó tanto que apenas pudo decirles gracias.

El vídeo, grabado y subido a Twitter por una de sus alumnas, ha sido visto en dicha red social por casi 100.000 personas y compartido más de 55.000 veces. Vale la pena estas acciones, compartirlas e imitarlas. 

sábado, 25 de julio de 2015

El Síndrome de Solomón





" En 1951, el reconocido psicólogo estadounidense Solomon Asch fue a un instituto para realizar una prueba de visión. Al menos eso es lo que les dijo a los 123 jóvenes voluntarios que participaron –sin saberlo– en un experimento sobre la conducta humana en un entorno social. El experimento era muy simple. En una clase de un colegio se juntó a un grupo de siete alumnos, los cuales estaban de acuerdos con Asch. Mientras, un octavo estudiante entraba en la sala creyendo que el resto de sus compañeros participaban en la misma prueba de visión que él.
Haciéndose pasar por oculista, Asch les mostraba tres líneas verticales de diferentes longitudes, dibujadas junto a una cuarta línea. De izquierda a derecha, la primera y la cuarta medían exactamente lo mismo. Entonces Asch les pedía que dijesen en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era igual a la otra dibujada justo al lado. Y lo organizaba de tal manera que el alumno que hacía de cobaya del experimento siempre respondiera en último lugar, habiendo escuchado la opinión del resto de compañeros.
La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría” (Solomon Asch)
La respuesta era tan obvia y sencilla que apenas había lugar para el error. Sin embargo, los siete estudiantes compinchados con Asch respondían uno a uno la misma respuesta incorrecta. Para disimular un poco, se ponían de acuerdo para que uno o dos dieran otra contestación, también errónea. Este ejercicio se repitió 18 veces por cada uno de los 123 voluntarios que participaron en el experimento. A todos ellos se les hizo comparar las mismas cuatro líneas verticales, puestas en distinto orden.
Cabe señalar que solo un 25% de los participantes mantuvo su criterio todas las veces que les pre­­guntaron; el resto se dejó influir y arrastrar al menos en una ocasión por la visión de los demás. Tanto es así, que los alumnos cobayas respondieron incorrectamente más de un tercio de las veces para no ir en contra de la mayoría. Una vez finalizado el experimento, los 123 alumnos voluntarios reconocieron que “distinguían perfectamente qué línea era la correcta, pero que no lo habían dicho en voz alta por miedo a equivocarse, al ridículo o a ser el elemento discordante del grupo”.
A día de hoy, este estudio sigue fascinando a las nuevas generaciones de investigadores de la conducta humana. La conclusión es unánime: estamos mucho más condicionados de lo que creemos. Para muchos, la presión de la sociedad sigue siendo un obstáculo insalvable. El propio Asch se sorprendió al ver lo mucho que se equivocaba al afirmar que los seres humanos somos libres para decidir nuestro propio camino en la vida.
Más allá de este famoso experimento, en la jerga del desarrollo personal se dice que padecemos el síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado. Y también cuando nos boicoteamos para no salir del camino trillado por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás. Esta es la razón por la que en general sentimos un pánico atroz a hablar en público. No en vano, por unos instantes nos convertimos en el centro de atención. Y al exponernos abiertamente, quedamos a merced de lo que la gente pueda pensar de nosotros, dejándonos en una posición de vulnerabilidad.
El síndrome de Solomon pone de manifiesto el lado oscuro de nuestra condición humana. Por una parte, revela nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore. Y por otra, constata una verdad incómoda: que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos. Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas. Y más ahora, en plena crisis económica, con la precaria situación que padecen millones de ciudadanos.
Detrás de este tipo de conductas se esconde un virus tan escurridizo como letal, que no solo nos enferma, sino que paraliza el progreso de la sociedad: la envidia. La Real Academia Española define esta emoción como “deseo de algo que no se posee”, lo que provoca “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”. La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad; de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más.
“Ladran, luego cabalgamos”
(dicho popular)
Bajo el embrujo de la envidia somos incapaces de alegrarnos de las alegrías ajenas. De forma casi inevitable, estas actúan como un espejo donde solemos ver reflejadas nuestras propias frustraciones. Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos para criticar a alguien.
El primer paso para superar el complejo de Solomon consiste en comprender la futilidad de perturbarnos por lo que opine la gente de nosotros. Si lo pensamos detenidamente, tememos destacar por miedo a lo que ciertas personas –movidas por la desazón que les genera su complejo de inferioridad– puedan decir de nosotros para compensar sus carencias y sentirse mejor consigo mismas.
¿Y qué hay de la envidia? ¿Cómo se trasciende? Muy simple: dejando de demonizar el éxito ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Si bien lo que codiciamos nos destruye, lo que admiramos nos construye. Esencialmente porque aquello que admiramos en los demás empezamos a cultivarlo en nuestro interior. Por ello, la envidia es un maestro que nos revela los dones y talentos innatos que todavía tenemos por desarrollar. En vez de luchar contra lo externo, utilicémosla para construirnos por dentro. Y en el momento en que superemos colectivamente el complejo de Solomon, posibilitaremos que cada uno aporte –de forma individual– lo mejor de sí mismo a la sociedad.

Formamos parte de una sociedad que tiende a condenar el talento y el éxito ajenos La envidia paraliza el progreso por el miedo que genera no encajar con la opinión de la mayoría.
Uno de los mayores temores del ser humano es diferenciarse del resto y no ser aceptado.

Fuente: elpais.com

sábado, 23 de mayo de 2015

Historia reflexiva: Es mejor dar que recibir.

Hermosa historia para leer en silencio e iniciar una hermosa jornada de trabajo docente. 


Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones.
Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor:
Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
Mi querido amigo le dijo el profesor, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres.
Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.

Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo.

Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió
a mirar.
Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda.
Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre.

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.
Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?

El joven respondió:
Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir.

martes, 28 de abril de 2015

Historia para enseñar valores. (Con guía para desarrollarla en reunión con padres)

Guia para desarrollar.

1ª- Entregar la historia de "Ayer y hoy". A los participantes.
2ª- Pedir a los participantes que digan UN valor que les parece que se refleja en la historia.
3ª- Preguntar: ¿Cómo puede ayudar esta historia a los jóvenes y su relación con los adultos.?
4ª- Lea la reflexión del final de este post, y pida que los participantes opinen alrededor de ella.
5ª- Pida que los participantes cuenten experiencias donde personas mayores sufren el desprecio de sus parientes. 
6ª- Solicite soluciones para el desprecio que vive el adulto mayor, no solo en la casa, tambien en los trabajos, en la calle y en las legislaciones. 


Ayer y hoy.



Un viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años, ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.
La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacía el alimentarse un asunto difícil.
Los guisos caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.
El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente, derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo".
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un viejo plato de madera.
De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.
El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo.
Le preguntó dulcemente: ¿Qué estás haciendo?
Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un plato de madera  para vos y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos". El niño sonrió y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Reflexión: 
Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben.
Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos constructores sabios y modelos a seguir.
He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, equipaje perdido y luces del arbolito enredadas.
He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.
He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo.

sábado, 21 de marzo de 2015

EL NIÑO QUE PUDO HACERLO... (Reflexión)




Lectura para compartir en jornadas docentes.
1º-  Entregar copia de la historia
2ª- Solicitar a los participantes que expliquen que entendieron respecto a la explicación que brindó el anciano.
3ª-  ¿Cómo aplicaría esto que comentan los participantes en los estudiantes?
4ª-  Cómo aplicaría la reflexión de la lectura en su práctica docente.
5º-  Concluya haciendo un resumen de las reflexiones del grupo.



El niño que pudo hacerlo.

Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.


Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que consiguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.

A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.

Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.
-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.

Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Me Alegro de Ser Maestro


Prefiero ser un maestro que un vendedor. Aunque un vendedor gana más dinero que yo, no cambiaría el lugar con él. El vende lavadoras, plumas fuentes, etc., pero yo vendo ideas.

Prefiero ser un maestro que un arquitecto. Un arquitecto ayuda a construir edificios, pero yo ayuda a construir caracteres.


Prefiero ser un maestro que un artista, fascinante como pueda ser esa profesión en su completa belleza, color y simetría. Un artista pinta cuadros sobre lienzos, pero yo pinto cuadros sobre las memorias de los niños.

Prefiero ser un maestro que un contable. El contable hace balance de cuentas, pero yo hago balance de vidas.

Prefiero ser un maestro que un negociante. El negociante trabaja con hechos y figuras, y con monedas sin vida, pero yo trabajo con mentes que se abren, futuros que brillan y principios que crecen.

Prefiero ser maestro que un orador. Un orador insta a adultos al aplauso y a la admiración, pero yo insto a los niños a la elección correcta y al pensamiento noble.

Prefiero ser un maestro que un arqueólogo. El arqueólogo saca tesoros de la tierra, pero yo saco talentos de las vidas.

Prefiero ser un maestro que un estadista. El estadista trata con ciudadanos hechos, pero yo trato de futuros ciudadanos.

Prefiero ser un maestro que un intérprete. El interpreta palabras e ideas, pero yo interpreto motivos, propósitos y anhelos.

Me alegro de ser MAESTRO.

jueves, 21 de agosto de 2014

El docente ladrón de sueños.




Cuentan que, ante un grupo de niños, un hombre contaba la siguiente historia…


Había una vez un muchacho hijo de un humilde entrenador de caballos. El padre del muchacho era pobre y, aunque con algunos sacrificios, consiguió que su hijo pudiera ir a la escuela. Una mañana, mientras estaban en clase, el profesor pidió a los alumnos que pusieron por escrito las metas que pretendían alcanzar cuando fueran mayores.


El joven, ilusionado por el proyecto, pasó gran parte de la noche escribiendo varios folios en los que explicaba con detalle sus sueños y anhelos. Incluso, hizo varios dibujos para completar su descripción. El chico se imaginó aquella noche dueño de su propio rancho, cuidando de su propia ganadería y con un extenso terreno en cuyo centro se levantaba su casa. Visiblemente emocionado, a la mañana siguiente, el muchacho entregó su trabajo al profesor.


Sin embargo, dos días más tarde, el joven recibió la puntuación de su trabajo, un suspenso, junto con una nota que le decía que se quedara a hablar con el profesor al terminar las clases. El chico acudió a ver a su profesor y lo primero que hizo fue preguntar por qué lo había suspendido. El profesor le explicó: “Este es un sueño poco realista para un chico como tú. Tú no tienes recursos, tu familia es humilde. Para conseguir todo lo que describes en tu trabajo hace falta mucho dinero y muchos contactos. Tienes que comprar el terreno, pagar por las crías originales y después tendrás muchos más gastos de mantenimiento. Tu proyecto no es realista, no podrías hacerlo de ninguna manera.”


A continuación, el profesor agregó:” A pesar de ello, y en consideración por todo el esfuerzo realizado, si vuelves a redactar tu proyecto de forma más apropiada, con objetivos más realistas, te prometo reconsiderar tu nota.”


El chico regresó a su casa y pensó mucho lo que su profesor le había explicado. También le preguntó a su padre que debía hacer, ante lo cual, este le contestó: “Mira hijo, creo que esa es una decisión importante, por lo que te recomiendo que te tomes tiempo para tomarla. Creo que es algo que debes decidir por ti mismo. Lo que tú decidas estará bien.”


Finalmente después de reflexionar durante un par de días, el chico volvió a presentarse ante su maestro entregándole el mismo trabajo, sin hacer cambio alguno. Ante la cara de asombro de su profesor, el chico le dijo: “Profesor, puede usted mantener mi mala nota, pero yo prefiero conservar mi sueño.”


Al concluir esto, el hombre que hablaba miró a los niños y les dijo: “Y esta es mi historia. Y aquí enfrente está la casa de mis sueños. En el centro del rancho que me propuse conseguir, porque esta es la meta de mi vida. Aún conservo aquel trabajo, con sus grandes números rojos en una esquina, enmarcado sobre la chimenea.”


Luego agregó: “Pero lo mejor de la historia es que, hace dos años, aquel mismo profesor, me visitó con un grupo de treinta chicos. Vinieron a visitar mi rancho. Y al irse me confesó: -Mira, ahora puedo decírtelo. Cuando era profesor, era una especie de ladrón de sueños. Durante aquellos años, les robé un montón de sueños a los niños. Pero por suerte, tú tuviste la fortaleza de no abandonar el tuyo. Y tu ilusión, y tu persistencia me hicieron ver lo equivocado que estaba, y lo cruel que fui con aquellos niños. Ahora, ya jubilado, intento reparar el daño causado contagiando la ilusión a cuantos quieren oírme.”






Ser maestro implica una gran responsabilidad (todo gran poder…). Manejamos ilusiones y sueños ajenos, y de nosotros depende regarlos y que puedan florecer o que se marchiten. ¡Nadie dijo que fuera fácil! Aunque por otra parte… ¿alguien conoce algo tan apasionante?

martes, 15 de abril de 2014

Cuide su instrumento de trabajo: SU VOZ


Cuando se es novato en docencia la primera enfermedad que nos afectará estará siempre relacionada con la garganta, obviamente  y aunque poco nombrada pero sí muy utilizada: la voz. Con el correr de los años sigue siendo la voz la principal afección médica y es considerada para nosotros como docentes una enfermedad profesional. 
Largas jornadas en las que todo el conocimiento sale tanto de la garganta como del cerebro, son las que con el pasar de los años traen a la vida de los maestros diversas dolencias relacionadas con la voz y el aparato de fonación. 

A pesar de que los maestros son profesionales de la voz, muy pocos son los que le prestan atención a este instrumento y toman las medidas necesarias para asegurar que en el largo plazo su cuerpo no les pasará factura por años de descuido y malos hábitos.



En palabras de la doctora Diana Milena Herrera, actual fonoaudióloga del Colegio Tolimense de la ciudad de Ibagué, "los maestros deben tomar conciencia de que la voz es un componente vital de su fuente de ingreso. Deben conocer y practicar técnicas vocales, pues muy pocos tienen una rutina de entrenamiento vocal. Deben saber, además, que la disfonía, en general, es una enfermedad laboral común en su profesión y es necesario que se eduquen para no lastimar la herramienta de trabajo". 

Síntomas y trastornos comunes

A grandes rasgos, la sensación de falta de aire, la ronquera, el dolor o ardor al hablar, la tensión excesiva en el cuello, la carraspera, la dificultad al comer, beber o pasar saliva y la sensación de tener un cuerpo extraño en la garganta son los síntomas más comunes de una disfonía o un trastorno vocal. 

Las disfonías pueden ser esporádicas o transitorias, en caso de resfrío, gripa o anginas; también pueden ser crónicas e irreversibles, provocadas por afecciones que no pueden ser curadas. "Entre los problemas vocales más comunes en maestros están las disfonías por hiperfunción o hipertónicas, causadas por un mal uso y abuso vocal, especialmente por largas jornadas de trabajo en las que los docentes tratan de manejar a los estudiantes utilizando el recurso de alzar la voz; también se encuentran las causadas por la reiteración de malos hábitos, como consumo de alcohol, bebidas cafeínadas, tabaquismo, entre otros; por otro lado, el padecer enfermedades como gastritis y reflujo gastroesofágico puede afectar directamente la voz, pues los ácidos que producen estas enfermedades llegan a lesionar también la laringe. En el peor de los casos, estas afecciones pueden evolucionar en patologías como nódulos, pólipos vocales, quistes laríngeos, edema de Reinke, papilomas o cáncer laríngeo", aclara la doctora Herrera. 

Mucho que aprender

El panorama de la salud vocal para docentes en el país se caracteriza por la falta de información, educación y disciplina de los maestros sobre prácticas de entrenamiento vocal y cuidados de su instrumento de trabajo, además de la poca prevención y promoción que realizan las administradoras de riesgos profesionales en las instituciones educativas sobre este tema.



La importancia de saber respirar

La respiración correcta es la conocida como costodiafragmática. Aprender a respirar de esta forma es importante, puesto que el 90% de casos de insuficiencia o fatiga vocal proviene de una respiración inadecuada. El profesional de la voz debe inspirar por la nariz, llevar el aire al diafragma (vientre) y hacer una pausa para después espirar por la boca, en forma de soplo suave y prolongado. Este soplo es el que produce la voz: el sonido del habla se crea por la vibración de las cuerdas vocales en tensión, debido al aire que pasa entre ellas. El soplo respiratorio o exhalación debe realizarse de tal forma que no llegue a contraer los músculos del cuello. Si se altera el equilibrio muscular por una respiración exagerada o un soplo disminuido, el trastorno vocal llegará inminentemente. 

La práctica progresiva de relajación y disciplinas como yoga o tai chi permite eliminar tensiones musculares, que actúan como enemigas de la buena fonación. En algunos casos, la distensión muscular no se logra con prácticas físicas, debido a que sus causas son de origen psicológico, como por ejemplo altos niveles de estrés, en cuyo caso se recomienda tratamiento psicoterapéutico.

Relajación muscular para facilitar

La respiración
Para la zona del cuello: mueva la cabeza de izquierda a derecha, dibujando una media luna en el aire. Incline la cabeza hacia adelante y muevala suavemente de izquierda a derecha.
Para la zona clavicular: Con los brazos relajados, eleve los hombros suavemente; una vez estén en el punto más alto, mantenga la tensión por unos segundos y luego déjelos caer. También lleve los hombros hacia arriba y hacia abajo rápidamente,luego alterne levantando primero un hombro y después el otro.


Prevención o alivio

Aunque los expertos afirman que la prevención de este tipo de enfermedades está destinada exclusivamente a docentes entre los 20 y 30 años de edad, pues pasada esta etapa la enfermedad ya puede estar instalada, hay que resaltar la importancia de una visita al otorrinolaringólogo para cualquier persona que presente síntomas persistentes por más de una semana. Para las personas mayores de 30 años es de vital importancia adoptar hábitos saludables e iniciarse en ejercicios de calentamiento vocal y demás prácticas encaminadas a facilitar el trabajo de las cuerdas vocales y la laringe. Para esto, a continuación ofrecemos algunas pildoritas de información que le servirán para aliviar y prevenir sus molestias vocales:
Consumir bastante agua, que no debe estar ni fría ni caliente; mínimo 8 vasos diarios.
Realizar calentamiento de cuerdas vocales y rutina diaria de ejercicios vocálicos. Puede empezar por trinar o silbar en la mañana (en la ducha o mientras se dirige al trabajo), o tararear suavemente, como si estuviera cantando un arrullo. Repita este mismo ejercicio en diferentes intervalos de su rutina, para descansar la garganta y al final del día para enfriar la voz.
Reducir la ingesta de alcohol y cafeína, porque deshidratan los pliegues vocales.
Cuidar la alimentación, puesto que las comidas demasiado condimentadas pueden irritar la laringe; también es importante una alimentación sana y ligera antes de iniciar la jornada laboral, que facilite una buena digestión.
El tabaco es un gran enemigo de la salud vocal, es el camino más fácil hacia el cáncer laríngeo.
¡No gritar!
Si hay síntomas como ronquera, pérdida frecuente de la voz, afonía, alteración de los patrones respiratorios o en la vía aérea superior, presencia de sinusitis, rinitis, etc., consultar inmediatamente al especialista, el otorrinolaringólogo.
Chequear anualmente la función auditiva: la pérdida de audición repercute en que la persona deba hablar en una intensidad más fuerte a la que está acostumbrada, y esto causa paulatinamente hiperfunción vocal.
Aprender a respirar. El docente debe saber que la simple respiración que realiza en forma inconsciente y automática no es suficiente para quien utiliza la voz profesionalmente. Si respira mal, va a hablar mal.
Practicar disciplinas como yoga, stretching, tai chi y relajación, para relajar los músculos, especialmente los del cuello.
Evitar el estrés y otros estímulos psicológicos negativos, que puedan afectar el sistema inmunológico y causen tensión muscular.
La voz resiente mucho la falta de sueño. Duerma como mínimo 8 horas, especialmente durante los días de clases.
No se auto medique, consulte al especialista.

domingo, 12 de enero de 2014

Historia Reflexiva: ¿Por qué elegir la enseñanza?



Mi familia estaba reunida en para un tranquilo asado de verano cuando surgió la discusión sobre una celebridad que había ganado una excesiva cantidad de dinero. Olvide si era una actor o una deportista. En la sociedad de hoy en día parece no importar. La razón principal para recibir millones de dolares parece estar determinada por cuanto esta dispuesta a pagar la audiencia para observar el logro del artista o deportista.
Entonces, ¿por qué elegir la enseñanza como carrera? Escuchaba la conversación mientras reflexionaba la respuesta a esa pregunta.
Recordaba a mis tres hijos observándome pasar muchas noches y fines de semana planificando mis clases. Cómo escuchaban con atención mis frustraciones respecto a los materiales, los procedimientos y la cantidad de responsabilidad que parecía estar impuesta de manera interminable sobre las espaldas de los maestros. Recordaba con cuanto entusiasmo esperaban escuchar las historias de mis alumnos: las graciosas, aquéllas en las que los niños habían logrado algo con éxito y aquellas en las que compartía mis preocupaciones graves sobre mis alumnos.
Recordaba cuando llego el momento en que cada uno de mis hijos tuve que elegir una profesión. Cómo esperé escuchar si alguno tenia planes de seguir a mamá en la enseñanza. Con tristeza me di cuenta de que ni siquiera era una posibilidad. Su lenguaje corporal parecía decir "¿Por qué elegiría la enseñanza?"
Estaban sirviendo el postre y todos seguían absortos en la discusión sobre el enorme salario de un individuo, cuando sonó el teléfono. Mi esposo me alcanzo el teléfono diciendo: -Están buscando a Bonnie Block-y siguió comiendo su postre favorito.
-Hola, soy Bonnie Block-dije, pensando si debía haber atendido el teléfono en medio de un almuerzo familiar, o no.
-¿Es la misma Bonnie Block que enseñaba en el jardín de infantes?
Empecé a tener una sensación de nervios y por mi mente pasaron a gran velocidad recuerdos de aquel tiempo remoto.
¡Si!-exclamé con un nudo en la garganta. Parecía como si hubiera estado esperando ansiosamente desde siempre lo que la persona del otro lado del teléfono diría a continuación.
-Soy Danielle, Danielle Russ. Estaba en su sala de jardín de infantes.
Lagrimas de sorpresa y alegría resbalaron por mis ruborizadas mejillas.
-Sí- dije con suavidad al tiempo que recordaba a aquella y encantadora y maravillosa niña.
-Bueno, este año me gradúo del secundario y estuve intentando localizarla. Quería que supiera lo importante que fue en mi vida.
Prosiguió dándome detalles de lo importante que fui para ella. Mi influencia no se limito al jardín sino que permaneció como gran fuerza motivadora cuando necesitaba orientación para enfrentar a un reto.
-La imaginaba felicitándome y alentándome todo el tiempo.
¿ Por que elegir la enseñanza?
¡La paga es extraordinaria!

FUENTE: "Chocolate caliente para el Alma de los MAESTROS"

martes, 24 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad para docentes


“Había una vez un maestro que tras estudiar su carrera fue a trabajar a un pueblo a las afueras de la ciudad. Este maestro comenzó su andadura como maestro en un colegio privado de aquella localidad. Se sentía feliz y orgulloso de trabajar ahí, pues en general sus alumnos eran todos de las mismas con condiciones y los padres eran muy implicados.
Cada año deseaba que llegara la Navidad, pues los padres y alumnos eran muy agradecidos con su trabajo y siempre, siempre recibía multitud de regalos. Se sentía feliz y reconocido, aquellos detalles de los padres lo llenaban de satisfacción, sin embargo, había decidido buscar opciones en una escuela pública. Tras varios intentos, lo consiguió, aprobó y tenía que cambiar de destino. Tras una triste despedida de sus alumnos y de sus compañeros, el maestro emprendió camino a su nuevo trabajo.
Cuando llegó todo le llamó mucho la atención: las instalaciones, el profesorado, la directora, todo era muy distinto a su anterior trabajo. Nuestro maestro estaba deseando conocer a sus nuevos alumnos y a sus nuevos padres ¿lo valorarían? ¿cómo lo aceptarían?
Por fin llegó el día y el maestro se dio cuenta de lo diferentes que eran aquellos alumnos de los que había tenido antes, pronto vio como había alumnos con distintos niveles sociales, económicos y culturales.
El maestro comenzó a investigar el contexto, conoció que era un entorno de humildes padres y madres trabajadores, muchos de ellos procedentes de otros países, y algunos padres con dificultades económicas y laborales.
Convocó su primera reunión de 25 padres, solo acudieron 6. Se lo tomó como un fracaso “quizá no confían en mí, quizá me he equivocado en mis planteamientos”, pensó. La directora, lo vio muy afligido y decidió animarlo, le comentó que aquello era muy normal y que no se desanimara que lo importante era el trabajo que se hace con los alumnos.
Estaba finalizando el primer trimestre y el maestro se encontraba ya plenamente integrado en su nueva escuela, en su nueva labor, de repente le vino a la cabeza los recuerdos de su anterior colegio, de los agasajos de padres y alumnos, este año no será así, se repetía una y otra vez, para poder evitar crearse ilusiones.
Llegó el día del Festival de Navidad, sus alumnos actuaron magníficamente bien, Juan había evolucionado mucho en la lectura, María en Matemáticas, el nivel del grupo había subido mucho, estaba satisfecho con su labor. Al finalizar la fiesta los padres que acudieron se acercaron a él y le deseaban Feliz Navidad, él con cariño se despedía de alumnos y padres, pero regalos este año ninguno.
Cuando recogía el salón de clases, meditaba sobre las diferencias con su anterior colegio, de los agasajos que recibía, pero aquí algún que otro piropo y nada más. Un poquito cabizbajo, colocaba mesas y sillas cuando de repente la directora lo llamó, llegó a su oficina y vio que lo esperaban Laura y su mamá. Laura se acercó y le dio la mano y lo llevó hasta su mamá, una mujer que estaba pasando un mal momento pues se había quedado sin trabajo y su hija, Laura, tenía problemas de aprendizaje, parecía que todo el mundo se le venía encima.
La mamá se acercó al maestro y le dijo “No quería marcharme de vacaciones sin darle las gracias porque Laura ya ha comenzado a leer, viene contenta a estudiar y aprecia mucho a su profe, no tengo mucho que dar, ni que ofrecer, pero entre Laura y yo le hemos hecho este pequeño pastel del chocolate para que lo pueda disfrutar con su familia.”
Al maestro se le vino el mundo a los pies, aquello le había tocado el corazón, aquello era más de lo que había podido imaginar o desear. Les dio las gracias a Laura y a su mamá y les deseó felices fiestas.
Cuando se quedó a solas, volvió a reflexionar sobre el antes y el después, Laura y su madre le habían hecho sentir sensaciones que no tuvo en el otro colegio, le habían ayudado a comprender que el mayor agradecimiento a una labor es la que se hace desde el corazón."

lunes, 6 de agosto de 2012

¿Quién educa?






Que complicada pregunta... o que complicada respuesta.
"Hace unos dias llevé a una de mis hijas a su escuela, noté y sin animo de criticar solo es observar una escena, los niños y niñas entraban y no saludaban...la maestra tampoco, mi hija como le indico siempre saludó,  la maestra le correspondio con una sonrisa, a la salida mi hija me cuestinó y me dijo que si me dí cuenta que su maestra no atendió su saludo que solamente le sonrío, no tengo más argumento para eso que decirle se saluda por educación te respondan o no... mi inquisitiva hija me dijo ahh mi maestra no tiene educación.."


¿Quién enseña modales?, como me responderían algunos "para lo que sirven", saludar, decir adios, decir gracias, son palabras, son solo sonidos que se estan perdiendo. Entre otras cosas porque nos lanzamos la responsabilidad entre padres, madres y docentes. La imagen que acompaña mi articulo me dejó pensando un buen rato, eso de no delegue en los maestros lo que usted debe hacer es una frase temeraria, ningun docente ha leido jamas en su programa curricular enseñe a saludar, en Centroamérica hablamos de Ejes Transversales, en Sur America son Valores y construcción ciudadana pero como valores sociales que se orientan a una correcta práctica social de relaciones humanas y no como educación y formación de respeto, prudencia y solidaridad. 

Yo propongo que si en lugar de delegar responsabilidades hacemos cada uno lo que nos corresponde pero bien hecho? no sería eso mejor que acusarnos mutuamente?... Hoy escribo para la reflexión de cada uno de mis amigas y amigos que leen estos temas que a todos nos dejan pensando soy culpable o culpabilizo a los demas de aquello en lo que no deseo involucrarme. Por una sociedad latinoamericana mejor que la que tenemos, hagamos nuestro rol como debe ser. 


www.cyonar.com.ar