jueves, 27 de septiembre de 2018

La verdad y la mentira.- (Leyenda)




"Cuenta la leyenda, que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
-Buen día. Dijo la mentira.
-Buenos días. Contestó la verdad.
-Hermoso día. Dijo la mentira.
Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.
-Hermoso día. Dijo entonces la verdad.
-Aún más hermoso está el lago. Dijo la mentira.
Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió.
Corrió la mentira hacia el agua y dijo... -El agua está aún más hermosa. Nademos.
La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y confió en la mentira.
Ambas se sacaron las ropas y nadaron tranquilas.
Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla.
Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo."

Jean-Léon Gerôme, 1896

martes, 18 de septiembre de 2018

"Cortando el nudo gorgiano" ¿De donde viene la frase?




La expresión nudo gordiano procede de una leyenda griega según la cual los habitantes de Frigia (región de Anatolia, en la actual Turquía) necesitaban elegir rey, por lo que consultaron al oráculo. Éste respondió que el nuevo soberano sería quien entrase por la Puerta del Este, acompañado de un cuervo posado sobre su carro. El que cumplió las condiciones fue Gordias, un labrador que tenía por toda riqueza su carreta y sus bueyes. Cuando le eligieron monarca, fundó la ciudad de Gordio y, en señal de agradecimiento, ofreció al templo de Zeus su carro, atando la lanza y el yugo con un nudo cuyos cabos se escondían en el interior, tan complicado que nadie podía desatarlo. Según se dijo entonces, aquel que lo consiguiese conquistaría toda Asia.

Cuando Alejandro Magno (356–323 a. C.) se dirigía a conquistar el Imperio persa, en el 333 a. C., tras cruzar el Helesponto, conquistó Frigia, donde le enfrentaron al reto de desatar el nudo. Solucionó el problema cortándolo con su espada, diciendo (según la narración de Curcio Rufo): « Dijisteis que había que soltarlo, pero ninguno dijo como. Bien, ya está suelto». Esa noche hubo una tormenta de rayos que simbolizó, según Alejandro, que Zeus estaba de acuerdo con la solución. 


-En el tiempo de este relato, la ciudad de Gordion era como todas sus vecinas en la antigua Anatolia. Sucia, vieja, reminiscente de glorias pasadas y ahora además ocupada por los Macedonios en pleno afán expansivo (hoy lo llamaríamos imperialista).

Este es el marco de mi relato. Era verano. Era de noche. Era la ciudad de Gordion, en Anatolia. Y eran los pasos de un hombre, embozado en un manto blanco de soldado, que caminaba con pie firme hacia la Acrópolis de la ciudad, su fortaleza. Debía ser uno de los “Compañeros”, que era como se denominaban a si mismos la élite de la Caballería Macedonia.

La tenue luz de las antorchas proyectaba fantasmagóricas sombras a las que el paso firme del hombre no parecía temer. Ya en la Acrópolis, entró en el templo de la misma. Allí estaban reunidos un grupo de hombres, que parecían esperarle. Cuando entró, todos se inclinaron, reverentes.

El muchacho se desembozó y correspondió levemente al saludo. Su rostro, hosco y serio. Su mirada, acerada como la del águila. Asió con la mano derecha el mango de su espada, oculta bajo el manto, una mascheta griega cuya empuñadura reproducía una cabeza de león rugiente. Así lo vi, así era Alejandro de Macedonia.

Uno de los hombres se dirigió a él. “Majestad”, le dijo, “nuestro Templo recibe hoy a su más digno visitante, a vuestra Divina Majestad”.

Alejandro sonrió levemente, pero para sus adentros repudiaba el saludo del sacerdote. “Divina Majestad ” El había tenido a Aristóteles por preceptor. El comprendía bien lo que eran los “Misterios” y sus cultos en la antigua Grecia. Sabía que los Dioses nunca habían existido, que eran “metáforas mitológicas creadas en su origen para trasmitir un mensaje.

Los sacerdotes vivían bien a costa de la credulidad y la incultura del populacho que las tomaba al pie de la letra, que creía literalmente en la existencia de Zeus, de Atenea, de Afrodita… A él también le servía egoístamente que lo hubieran divinizado. Un hombre que lucha por un sueldo puede ser aguerrido, pero quien lucha por una idea en la que cree, demás de peligroso es casi inmortal.

“Sígame, Alteza”, indicó de nuevo el anciano. “Según nuestras leyes ancestrales, dictadas por los Dioses mismos a los Héroes fundadores de Gordion, entraremos primero por la sala bermeja en nuestro periplo por el Templo. Solo los varones pueden pasar ahí; ni mujeres, ni tullidos o deformes ni hombres impíos pondrán nunca un pie en ese Lugar Sagrado”. Y una tras otra, el anciano rememoró las normas inmutables ante Alejandro. Tras recitarlas íntegras, concluyó: “Continuaremos por la estancia Negra, hasta llegar al lugar al que has pedido ser llevado… La sala Blanca”.

La sala Blanca… Allí se guardaba una de las leyendas de la antigüedad que Alejandro quería contemplar con sus propios ojos: el Carro de Oro del Rey Gordias de Frigia (que según otros, fue simplemente un campesino… La mitología, ya se sabe). La lanza del carro estaba atada al Yugo que antaño ceñía a los bueyes con un Nudo tan complejo que, según se decía, quien lograra soltarlo se convertiría en Rey de toda Asia. Por eso estaba allí Alejandro.

Para llegar al carro, al Nudo Gordiano, Alejandro pasaría por las salas que fueran necesarias. Transigiría con las estrictas normas “religiosas”, de origen “divino”, “inamovibles por siempre” como le indicaba el sacerdote. Es curioso, ver como las costumbres sociales, las normas de respetabilidad de una época, de un momento histórico concreto, son convertidas por algunos en normas inmutables, eternas, prácticas más importantes en sí mismas que aquellos para los que fueron creadas… Y es que los que así actúan nunca comprendieron el fin primero y último de las normas en si: servir a los Seres
Humanos.

No era momento de explicarle esto al sacerdote, ni al resto de la comitiva. Atravesaron las diversas salas en silencio, y al final de la sala negra, tras un tul de oro y plata que el sacerdote descubrió, se encontraba, magnífico, impresionante, el Carro de Oro de Gordias.

Alejandro entró en la estancia. Paseó su mano por el carro y por la lanza del mismo. Era Oro, efectivamente. Y al final de la lanza, allí estaba… El Nudo Gordiano.

Uno de los acompañantes se adelantó y comenzó a hablarle: “Divino Señor”, le dijo, “este nudo está hecho con cortezas de árbol, trenzadas de tal forma que es imposible desatarlas… Muchos Héroes lo han intentado vanamente. La Corona de Asia está prometida al Gran Señor que logre deshacerlo. Si queréis intentarlo, el Nudo os aguarda ”

Todos guardaron silencio. Alejandro no miró las caras de los miembros de la comitiva. Tampoco le hizo falta. Sabía lo que todos estaban esperando: su fracaso.

Si, bajo esos rostros aduladores o silentes se ocultaba la felonía. Esperaban su derrota, si, la derrota del gran Estratega de Macedonia, Alejandro el Conquistador, humillado por un nudo que siglos atrás trenzara un campesino convertido en Rey.

Alejandro tocó el nudo. Lo examinó detenidamente. Su firmeza era tal que no merecía la pena perder el tiempo en intentar soltarlo. El nudo era férreo y retorcido. Como las maniobras de los hombres viles para encumbrarse sobre las espaldas de sus aduladores, aunque causen la ruina de una Nación. Era oscuro como las intenciones siniestras de mantener vivas prácticas inútiles, por los inconfesables intereses de aquellos que “viven del cuento” a costa de aquellas. Era retorcido como las representaciones desviadas de la Divinidad, como la pluralidad de caminos que pretenden ser los únicos en llevarnos de vuelta a la Misma cuando verdaderamente, no existe UN camino de retorno porque lo Divino vive dentro de Cada Ser Humano…

El tiempo se paró en aquel instante. Apenas fue un segundo. La mano que rauda desenfunda la espada, esta que centellea en el aire y el fulgor del acero alumbrado por la tenue luz de las antorchas mientras corta afilado lo que antes fuera un nudo hecho de cortezas de árbol. El Yugo se soltó de la lanza y calló pesadamente al suelo, resonando con su eco en el Templo. El Yugo había caído Silencio. Todos quedaron estupefactos. En ese momento, Alejandro habló:

“Dijisteis que había que soltarlo, pero ninguno dijo como. Bien, ya está suelto”.


.FUENTE -relato de diariomasonico

martes, 24 de julio de 2018

13 libros para descargar de Alejandro Dumas.


En el aniversario de su nacimiento (24 de julio)  les compartimos una preciosa selección de obras del gran escritor Alejandro Dumas. 

Sus personajes pasionales, las batallas épicas que se desatan en sus obras y los héroes que se esconden entre sus páginas, han hecho soñar a millones de personas en todo el mundo, incluso a escritores de la talla de Mario Vargas Llosa, quien en más de una oportunidad ha señalado a Dumas como uno de sus novelistas predilectos. Más de 300 obras hacen de este escritor nacido en Francia el 24 de julio de 1802, uno de los más prolíferos de su época.

Para iniciarte en su fascinante literatura te traemos 13 libros de Alejandro Dumas para descargar gratis. 






3. Ángel Pitou (1853)








7. El Vizconde de Bragelonne (1847 - 1850)



8. La bola de nieve (1853)








12. La Reina Margot (1845)




Fuente: Noticias/Universias

lunes, 7 de mayo de 2018

PENSAMIENTO del HIJO de una DOCENTE



"Hoy estuve pensando en esto de ser hijo de docente, en realidad nunca le había prestado atención, bueno, a mí me encanta, me parece asombroso. Presta atención a lo que te voy a contar y te darás cuenta por qué te lo digo....

Empecemos, Los hijos de docentes sabemos mucho del léxico docente, sabemos de «adaptación curricular» así se denomina a la media hora en la cual tu mamá no te habla, luego de haber llegado del colegio, no intentes hablarle una palabra… porque la contestación termina en: ¡déjame concentrarme! Es como un «estado de crisis»...


Los hijos de docentes, sabemos lo que es ir a guardería desde los 45 días de vida, o que nos cuide algún familiar cercano. Las maestras son nuestras primeras y segundas madres, el 90% sabemos cocinar con: «lo que hay en la heladera» y lo aprendimos a la fuerza, si no te haces algo estás frito y muerto de hambre, ya que por lo general no la ves a mamá antes de ir al colegio (a tu colegio); los hijos de docentes sabemos hacer la tarea sin la ayuda de mamá, sabemos plancharnos la ropa, cosernos las medias y, sobre todo, movernos solos. Para nosotros la palabra «aguinaldo» significa: «zapatillas nuevas» y una esperanza a cualquier otro tipo de gasto «cuando cobre el aguinaldo, vemos»...

En los actos escolares, reconoces un hijo de docente porque la mama nunca puede ir, y el día de la madre menos pues está cumpliendo con las mamas de otros niños, pero de esa manera aprendimos a tener madres sustitutas y pedirle a la mamá de tu amigo que te acompañe, obviamente que en la primera fila, papá (si es que no trabaja).

La mamá docente, no sólo da clases a la mañana sino que por lo general a la tarde corrige, planifica... señoras y señores, el ser docente no es un trabajo de medio día, es un trabajo de vida completa. Si trabaja medio día, en la tarde planifica y hace trabajos en cartulina...

Releo lo que escribo y pienso que esto puede sonar como una queja, lejos de eso está; las docentes son las mejores madres del mundo, nos enseñan la palabra «independencia», nos hablan de arreglárnosla solos, pero cuando las necesitamos, aparte de docentes son mamás, y las mejores que conocí, ¿cómo no van a ser las mejores? si tenemos mínimo 30 hermanos por año.

Mi mamá docente me enseñó a vivir, y cuando me preguntan ¿a qué se dedica tu mamá?
Digo: es docente, es psicóloga, es maga, es psicopedagoga, es esposa, es mi mamá (y la de un montón más)...

Fuente: Internet
Posted on by Alba Jimenez | 1 comment