lunes, 6 de agosto de 2012

Deja de quejarte





Un día, la Gota de Agua, el Rayo de Luz, la Abeja y  el Hombre Perezoso llegaron al Trono de Dios.


El Todopoderoso los recibió, con bondad, y les preguntó lo qué hacían.


La Gota de Agua avanzó y dijo:


-- Señor, yo estuve en un terreno casi de­sierto, auxiliando a una raíz de naranjo. Vi a muchos árboles sufriendo sed y a diversos animales que pasaban, afligidos, procurando manan­tiales. Hice lo que pude, pero vengo a pedirte otras gotas de agua para que me ayuden a so­correr a todos los que necesiten de nosotras.


El Padre sonrió, satisfecho, y exclamó:


¡Bienaventurada seas por entender mis obras! Te daré los recursos de las lluvias y de las fuentes.


Después. El Rayo de luz se adelanto y hablo:


- »Señor, yo descendí. . . descendí, y encontré el fondo de un abismo. En ese antro, combatí la sombra, cuanto me fue posible, pero noté la presencia de muchas criaturas suplicando claridad. Vengo al Cielo a rogarte otros Rayos de


Luz que cooperen conmigo en la liberación de todos aquellos que, en el mundo  sufren aun la presión de las sombras.


El Padre, contento, respondió:


- Bienaventurado seas por el servicio a la Creación. Te daré él concurso del Sol, de las  lámparas, de los libros iluminados y de las buenas palabras que se encuentran en la Tierra.


Después de eso, la Abeja se explico:


Señor, he fabricado toda la miel , al alcance de mis posibilidades. Pero veo tantos niños flacos y enfermos, que vengo a implorarte más flores y más Abejas, con el fin de aumentar la producción..


El Padre, muy feliz, la bendijo y le contesto:


- Bienaventurada seas por los beneficios que prestaste. Te concederé nuevos jardines y nuevas compañeras.


Enseguida, el Hombre Perezoso fue llamado a hablar.


Puso una cara desagradable e informo:


Señor, nada conseguí hacer. Por todos lados encontré la envidia y la persecución, el odio y la maldad. Tuve los brazos atados por la ingratitud de mis semejantes. Tanta gente mala permanecía en mi camino que  en verdad nada pude hacer.


El Padre bondadoso, con expresión de descontento exclamo:


 


Infeliz de ti, que despreciaste los do­nes que te di. Te adormeciste en la pereza y na­da hiciste. Los seres pequeñitos y humildes ale­graron  mi  Trono  con el relato de sus trabajos, pero tu boca sólo sabe quejarse, como si la inteli­gencia y las  manos  qué te confié para nada sir­viesen. ¡Retírate! los hijos inútiles e ingratos no deben buscarme la presencia. Regresa al mundo y no vuelvas a buscarme mientras no aprendas a servir.


 


La Gota de agua regreso, cristalina y bella.


El Rayo de Luz retornó a los abismos, brillando cada vez más.


La Abeja descendió zumbando, feliz.


El Hombre Perezoso, sin embargo, se retiró muy triste.

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El maestro más rico del mundo



Había una vez un hombrecito chiquitico que quería ser grande. Vivía en un planeta lleno de tantas injusticias y tanta corrupción que hasta el viento travieso le soplaba indiferencias a cada rato y por todas partes.

-Cuando sea grande –se decía- seré maestro, y esta tierra de enanos dará los frutos que nunca nos comimos, así como la sombra de los árboles que tanto nos faltó y nos secó la piel de niños. 

Y así fue. Con gran esmero y con el dulce sabor a caramelos que su propia motivación le fue dando para ser grande como quería, aprendió a pensar como ninguno. Su creatividad le bastó para conseguir lo que quería. 

-También seré el maestro más rico de este planeta –se repetía constantemente cada vez que recibía el golpe de las burlas de sus amiguitos porque asistía a la escuela entre remiendos de calzones y alpargatas. Es que a sus padres apenas les alcanzaba para un almuerzo de cambures sancochados con arvejas cocinadas al fuego lento entre los cantos y resignaciones de una madre embarazada cada dos años y medio-. 

Brilló, pues, aquel hombrecito chiquitico como cocuyos en inteligencia y un buen día se graduó como maestro con las mejores calificaciones. Rápidamente consiguió trabajo. Enseñaba a sus alumnos y alumnas diferente a otros y a como él había aprendido entre castigos y maltratos. Acudía siempre a un cuaderno de apuntes por oposición que escribía en cada clase de un “pirata”, como le llamaba a los maestros que enseñaban con espadas y parchos en sus ojos por la forma de hacer uso de su propia metodología. Allí, en ese cuadernito con hojas golpeadas por el tiempo, escribió un sinfín de necesidades pedagógicas qué regalar a los pequeños en el aula, inclusive a los grandes de la historia. Sus enseñanzas se desarrollaron entre juegos y sonrisas, confundidas entre saltos y canciones inventadas. Y mientras otros maestros gastaban y gastaban para impactar y dar sus clases magistrales en medio de adornos con los que fueron rellenado sus vacíos pedagógicos, aquel maestro pequeñito -que ahora comenzaba a hacerse grande- se hacía rico inadvertidamente. 

Las bondades de los más agradecidos con los que, por suerte, les tocó compartir la mejor de sus experiencias escolares, lo fueron llenando de riquezas. Y mientras más recibía más iba compartiendo. No podía evitar los retornos que desde el cielo le enviaba el Todopoderoso. Fue así como llegó a tener el jardín más lindo del mundo con las flores que sus estudiantes le fueron regalando. Asimismo, sembrando junto a ellos las semillas de los frutos que diariamente le fueron obsequiando, alcanzó a vivir en medio del bosque fructífero que soñó tener toda la vida. Llenó su casa de lámparas con la brillantez de su inteligencia, y con la dulzura de su corazón aromatizó el camino de la pedagogía. 
Llegó a tener la biblioteca más completa que nadie antes imaginó jamás: la construyó con su saber y las historias infantiles que escuchó y recibió al final de una clase en hojas sueltas con dibujos llenos de piratas y cometas, cruzando mares y estrellas como sueños. Depositó, pues, en el banco aquellos millardos de afectos, bendiciones y agradecimientos que a diario recibió de la gente que supo realmente apreciar su talento humano. 

Aquel maestro se convirtió en el maestro más rico del mundo porque aprendió a no ahorrar las frivolidades de la competencia ni las simplezas mismas de la vanidad que no hacen más que dejar vacíos los corazones de los hombres. Ése fue su secreto para hacerse rico y grande entre grandes, pues en contacto con los niños y niñas de la escuela de la vida comprendió que nada pesa y mucho vale regalar sonrisas, afectos, besos, abrazos y caricias positivas para fabricarnos una vida llena de riqueza espiritual, una vida de amor para elevarnos y acercarnos más a Dios. 

Ésta fue la herencia que dejó a sus hijos, maestros también como él, contaditos con los dedos de las manos y que hoy, muy cerquita de nosotros -aunque desapercibidos- dignifican el nombre de “EL MAESTRO MÁS RICO DEL MUNDO” de esta historia. 

AUTORA: PROFA. CARLA ALTUVE
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AYER FALLECIÓ LA PERSONA QUE BLOQUEABA TU CRECIMIENTO





Un día, cuando los empleados llegaron a trabajar, encontraron en la recepción un enorme letrero en el que estaba escrito:

“Ayer falleció la persona que impedía el crecimiento de usted en esta empresa, está invitado al velorio”

Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros.

Pero después comenzaron a sentir curiosidad por saber quién era el que estaba impidiendo el crecimiento de sus compañeros y la empresa.

La agitación era tan grande que fue necesario llamar a los de seguridad para organizar la fila en el velorio.

Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba.

¿Quién será el que estaba impidiendo mi progreso?

¡Qué bueno que el infeliz murió!

Uno a uno, los empleados agitados se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y tragaban saliva.

Se quedaban unos minutos en el más absoluto silencio, como si les hubieran tocado lo más profundo del alma.

Pues bien, en el fondo del ataúd había un espejo, cada uno se veía a si mismo, con el siguiente letrero:

Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento

¡TU MISMO!

Tú eres la única persona que puede hacer una revolución en tu Vida.

Tú eres la única persona que puede perjudicar tu Vida, y tú eres la única persona que se puede ayudar a sí mismo.

Tu Vida no cambia cuando cambia tu jefe; cuando tus amigos cambian, cuando tus padres cambian, cuando tu pareja cambia.

“TU VIDA CAMBIA; CUANDO TU CAMBIAS. ERES EL ÚNICO RESPONSABLE POR ELLA”

¡Cree en tí y NO te dejes Vencer!