La Educación no debe ser considerada como un gasto ni como una inversión, sino como un derecho que debe ser garantizado por los poderes públicos. Pero los problemas de recortes y falta de derechos en materia educativa se reproducen a escala mundial, mientras la mercantilización de todo lo público aumenta.
Un informe de Educación Para Todos de la UNESCO, presentado en septiembre de 2011 alertaba de que existían 67 millones de niños en todo el mundo que no podían acceder a la escuela, y se prevén 72 millones en 2015. Por tanto, el hecho de que peligre el acceso a la Educación es un fenómeno mundial.
Las respuestas sociales se están haciendo notar a nivel internacional. Las movilizaciones en Canadá contra la brutal subida de tasas universitarias han sido masivas, y fueron reprimidas con cientos de detenidos. También se han producido masivas protestas estudiantiles en Chile y Reino Unido. En Italia las reformas de la ministra Maria Gelmini han supuesto un drástico recorte del presupuesto educativo, la reducción de becas y la destrucción de empleo en el sector.
Llegado a este punto es imprescindible enfocar y vincular la lucha contra los recortes al objetivo de no pagar la deuda. Esta debe ser una reivindicación central en las protestas, porque los recortes son un instrumento para pagar la deuda y porque el pago de la deuda está implicando una catástrofe social que es necesaria detener. Es imporante que desde una óptica anticapitalista no olvidemos el deseo de cambio y que cuestionemos la causa y el objetivo de los recortes, que no es otro que pagar una deuda a un sistema financiero corrupto, podrido y endeudado. Si los acreedores presionan para que se tomen las medidas que garanticen el pago de la deuda, los que somos recortados debemos presionar para que no se pague esta deuda ilegitima y desestabilizadora. Los planes de de ajuste están condicionados y respaldados por una ideología dominante que solo deberían compartir los que aplican estas políticas y se benefician de ella.
En realidad no solo es necesario otro modelo educativo, sino un modelo de producción radicalmente distinto al actual, que no se base en el consumismo y en la búsqueda inmediata del máximo beneficio de una minoría a costa de la explotación de los demás. Por tanto, la lucha contra los recortes y por un cambio radical en el actual modelo educativo, no debe desligarse de la repulsa a un futuro que no queremos y a la firme defensa y perspectiva de la transformación social para garantizar la derrota del capital.
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