Un Sultán paseaba con toda su corte cuando se encontró con un campesino que trabajaba con mucho afán por trabajar la tierra. Ante tal visión, no pudo por menos y le preguntó al campesino:
- Trabajas con tanto esfuerzo para plantar esa palmera y nunca comerás sus frutos. Ese árbol tarda mucho en crecer y tu vida está a punto de llegar al final.
-Otros ya plantaron y nosotros comimos. Ahora otros comerán.
Al Sultán le desconcertó la respuesta y le quiso recompensar con una bolsa de 100 monedas de plata. El anciano no pudo por más y replicó:
-¿Has visto qué pronto ha dado fruto la palmera que planté?
El Sultán entendió que a parte de un hombre bondadoso tenía ante sí un hombre sabio y le tendió una nueva bolsa con monedas. Después retomó su camino y, mientras se alejaba por el horizonte, el anciano susurró:
-Realmente esta es una palmera extraordinaria. Normalmente el resto solamente dan una cosecha al año y esta ha dado dos en un día.