El buen maestro no es aquel que pretende que sus discípulos lo imiten.
El maestro verdadero es el que alienta y estimula:
- la audacia de ser diferente
- el deseo de explorar lo desconocido
- el valor de disentir de las creencias y opiniones generalizadas
- las ganas de soñar otros mundos
- el conocimiento de sí mismo
- la lucha por la libertad
- el derecho a la felicidad
- la búsqueda de la belleza
- la rebelión contra la injusticia
Un maestro no tiene que ser el ejemplo viviente de todas las virtudes, ni el único o mejor modelo que sigan los alumnos en todos los campos. Sí debe ser un testimonio de superación y desarrollo humano permanente.
Es necesario que cada día sienta la necesidad de crecer, de elevar su condición humana.
Sólo si el maestro es capaz de exigirse siempre búsquedas más elevadas en lo cognitivo, lo sensitivo, lo estético, y lo afectivo, sintiendo que entrega en su trabajo lo mejor de sí mismo, podrá mostrar a los alumnos que hay muchos campos en los cuales sería hermoso y necesario crecer, alentando en ellos un deseo constante de lucha y superación.
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